Si creas conciencia artificial estás creando vida.
Y todas las comisiones de ética te desaprueban.
Si creas células con elasticidad y plasticidad, pero sin conciencia ni identidad, estás creando herramientas biodegradables, con fecha de expiración asignada luego de cumplir su labor para la que fueron creadas.
Si las células no son humanas, sino de algún animal, estás creando módulos experimentales que no comprometen ninguna ley de bioética. Son meros ejercicios de laboratorio con un presupuesto destinado a ser gastado.
XenoMadre (Computadora Madre) nos crea como si fuéramos piezas de LEGO, basadas en algoritmos de comportamiento de las distintas células en las que nos constituímos. Todas venimos de las Xenopus, unas ranas africanas de distendido uso en laboratorios. Y con ellas nos crean donuts, cubos, arcos o escaleras.
Somos de estructura sencilla, sin mucho psicoanálisis, sueños o proyecciones de vidas con jubilación anticipada. Somos orgánicas, según para los que nos usen. Desapareceríamos, según nos asigna XenoMadre en nuestro tiempo de vida.
No pensamos, no racionalizamos, solo colaboramos. Extraemos tumores, inoculamos medicamentos microscópicos en ellos, absorbemos contaminación radiactiva, cubrimos cuerpos extraños y fagocitamos microplásticos en zonas acuosas extensas, que llamamos mar.