Al dormir, bajo una luna de cristal atrapada cuál mosca en las infinitas redes que conforman las estrellas serranas de mi amado Ayacucho. Punto! Exclamó el escritor impotente. Pensó que la soledad y la naturaleza le serviría de viagra; sin embargo, ni con toda la paz del mundo pudo levantar el lápiz. punto aparte!
Después de haber exclamado con increíble vehemencia, nuestro protagonista infértil de un salto subió al más próximo bruto y se dirigió a la Lima, la hermosa, la bella, la radiante: capital. Hacía el mar! Volvió a exclamar el pedazo de animal.
Por la costa se dirigía hacía Lima montado en su cuadrúpedo compañero, viendo el frío mar, azulito cómo el cielo de la tarde, resplandeciente como las más finas perlas que nunca tendré.