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Viajes

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Cuando hice el primer viaje introspectivo, pasé por alto una gran metáfora (ahora para mí) de lo que me estaba diciendo la abuela Caapi. Dentro de la visión de las almas viejas, que recorrían en movimiento constante, reconocí a mi otra abuela y me trasladaba a un lugar cercano que parecía una gran capilla multicolor, en el cual destacaban los recovecos en las paredes laterales. En esos recovecos se refugiaban almas, entre ellos el sacerdote naranja y el maestro rojiceleste. Veía la capilla, los recovecos, pero quería ver más, recordar el por qué de esa visión, qué significaba. En ese momento recordé (de nuevo) que ya lo había visto cuando tenía qué, ¿un año, dos? Alternando con la capilla, era trasladado a la visión de un alma que se refugiaba dentro de un vano de la pared. Frente a ese vano, había otro, y otra alma también refugiándose. Volví a la capilla, y se alternaban las visiones de almas flotantes que se envolvían dentro de los capullos de arvejas. Ahí comprendí que toda la existencia se reducía a semillas, capullos y almas que buscaban reposo dentro de esas corazas o capullos-vanos empotrados en paredes.

Cuando hice el segundo viaje introspectivo, en el descenso de lo profundo durante la clase de meditación, vi que volvía a estar en una suerte de capilla que se tornaba en un jardín cósmico esférico por el que deambulaba viendo flores raras, deidades cómodas dirigiendo con absoluto reposo el jardín, y un color celeste que lo cubría todo. Fue en esa sesión de meditación que recordé que alguna vez fui caracol. Comprendí que llevaba a mis espaldas la protección, el hogar, la oscuridad, el reposo, el calor… a medida que avanzaba a ras del suelo y veía gigante las plantas en el camino. Relacionando una visión con la otra, comprendí que todo se limitaba al refugio seguro, el calor, permanecer dentro de una coraza, de un capullo, un búnker, un casco, una casa en el cual dormimos y vivimos nuestras vidas. Pero es un anticipo de la fosa, el entierro en ataúd, una carpa, cubrirse con las pesadas sábanas y frazadas de una cama.

Buscamos a lo largo de la vida protección, seguridad, el calor que ofrece un lugar cerrado pero seguro, acaso el retorno a guarecerse del frío, la humedad, el acecho de la incertidumbre y del camino incierto. Quedarse es mejor que largarse, lo viejo conocido que lo nuevo por conocer, la zona de confort, la botella de Klein que se emboca a sí misma y es el diagrama de una de las tantas formas que tiene un universo paralelo en este que forma parte del megadiverso.

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