Soñaste que subías con cierta dificultad un cerro empinado, de espesa vegetación y con ayuda de un bastón. Se te acercó una entidad, de esas amigables que sueles ver en los páramos solitarios o en los cruces de caminos. Te preguntó, en un verbo castizo, qué hacías por estos lares. Le respondiste que ibas en busca de tu familia, que los años pasaron en vano, pero ibas hacia su recuerdo y reencuentro. La entidad te indicó la senda a seguir, directo hacia cierto manantial que se extendía más arriba.
Hacia ese lugar te dirigiste y, viéndolo bien, te percataste que eran tortugas, que hacían su vida aparte. Volteaste la mirada hacia atrás y viste a la entidad que te seguía. Le reclamaste que aquéllos no eran tu familia, eran tortugas. La entidad te respondió que debías mirar en el agua. Cuando viste tu reflejo fuiste consciente de que eras una tortuga más. La verdad sea oculta y desgarrada por todos ustedes. Salud y buen gobierno interior.