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¿Qué leer en la playa?

¿Qué leer en la playa?

En algunas películas de Hollywood y en algunos animes, encontramos al personaje que, en verano, va de viaje con amigos llevando un libro a la playa o la piscina. El personaje se sienta en una toalla o en una banca bajo una sombrilla, abre su libro y empieza a leer. Si bien en la playa hay mucha gente, siempre parece un lugar tranquilo, en donde cada uno tiene su espacio, un espacio prudente, no hay otro grupo de personas demasiado cerca, todos respetan ese espacio de separación como si su vida dependiera de ello. Leer parece posible en un sitio así, aunque ilógico si se va a la playa con amigos.

En Lima, leer en la playa no sería posible. Las playas están abarrotadas de gente, si vemos desde lo alto, no es posible ver un solo centímetro de arena, solo vemos sobrillas, una al lado de otras apiñándose, bella gala de horror al vacío. En las playas de Lima es común escuchar a heladeros, cevicheros, raspadilleros, panconpolleros, etc. promocionando sus productos a todo pulmón (o eso era antes, ahora han encontrado una forma de hacer más ruido, se graban y luego reproducen todo a través de un parlante). Sacar un libro en medio de este caos parece un sinsentido.

Personalmente, sin ser un asiduo visitante de playas y menos en verano, no llevo libros cuando voy y si los llevo no los saco porque me aterroriza que se llenen de arena o que se mojen, los libros son sagrados. Por otro lado, si voy a la playa y fuera posible leer pese al alboroto de alrededor, sería impráctico, mejor me quedaba en mi casa leyendo, sería más cómodo. Pero no quiero hablarles de mí. En realidad, me pregunté ¿qué libro es ideal para leer en la playa, en una playa de Lima específicamente, si se pudiera leer satisfactoriamente?

Por supuesto, nada que requiera demasiada atención, por lo que descartamos todo libro académico, adiós filosofía y teoría literaria. Nada de matemáticas ni física ni química. Las materias antes mencionadas, requieren un nivel de concentración que dudo que en una playa limeña pueda ser alcanzado. Entonces descartemos también, por los mismos motivos, la poesía. En Aves sin nido, en cierta parte de la novela, uno de los personajes menciona que para viajar lo mejor es llevar una novela, la poesía es para leer en la tranquilidad del hogar. Opino lo mismo, además, creo que es válido para la playa también.

Hagámosle caso al consejo que nos da el personaje creado por Clorinda, llevemos una novela a la playa. La pregunta obvia sería ¿qué novela llevamos?  En una película bastante mala según recuerdo, un niño de doce o trece años leía frente a una piscina Muerte en Venecia durante sus vacaciones. Más allá de que la película intentaba hacer un pequeño guiño, pues al contrario de la obra de Thomas Mann, era el niño quien, mientras fingía leer el libro, espiaba a una chica mayor y admiraba su belleza, nadie en su sano juicio leería una obra de Mann en la playa o en la piscina, mucho menos un niño de doce.

También descartaría la novela policial o noir, esas son para leer en el nebuloso invierno acompañadas de café hirviendo y el sonido de la lluvia que no es lluvia limeña. Las novelas de terror son también para la temporada fría. Además, las playas en verano y su bullicio no ayudan a crear la atmosfera terrorífica como sí lo hace una casa vieja o el paisaje infinito de la sierra visto desde un pueblo pequeño que todavía carece de energía eléctrica y que les parece una vida muy natural a los que llegan de fuera, pero que en realidad es incómoda para sus habitantes que cada vez son menos y más viejos (¡que no haya luz eléctrica en pleno siglo XXI es de terror!). Descartemos las novelas románticas que hacen llorar, nadie va a la playa a llorar por amores imposibles de personajes inexistentes, mejor se hubieran quedado en sus casas viendo una telenovela turca o mexicana lacrimógena y larguísima.

Una buena opción son las novelas de aventuras. No necesitan una atención demandante, generalmente son de lectura fácil. Por ejemplo, La isla del tesoro de Stevenson se entiende perfectamente si la lees por encima, aunque se puedan escapar algunos detalles pequeños si se aborda de esa forma. También es fácil de retomar, no importa donde se abandone, basta abrirla para sumergirse de nuevo en su mundo de navegantes. No es demasiado voluminosa, por lo que se puede acabar en una tarde, además de no hacer bulto en la mochila, porque de por sí, ir a la playa implica llevar bastante bulto (toalla, ropa, bloqueador y algunos llevan ollas con tallarines y sopa). Es un punto que no había tocado, no hay que llevar a la playa ningún libro demasiado largo como Guerra y paz o Conversación en La Catedral, demasiado peso. Tampoco uno demasiado corto que pueda ser terminado antes de llegar al mar, en el bus de camino a la playa, El principito es una mala opción en ese sentido,

Otras opciones buenas serían El viejo y el mar, en especial si va a una playa con pescadores aunque es un poco corto, o Como agua para chocolate que simplemente es divertido y se entiende de cualquier manera a menos que se sea muy bruto. Sin embargo, mejor no lean nada en la playa y disfruten de ella, sino para qué fueron. Por último, leer un libro frente al mar en la temporada alta resulta peligroso, no piensen que puede haber un maremoto, sino que si se distrae mucho probablemente terminen robándole todo lo que lleva encima, mejor preste atención.

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