Bajo el sol inclemente caminábamos para buscar un lugar donde conversar. El skate park del 14 estaba desierto y nos recostamos bajo la sombra de una rampa. Él hablaba y yo escuchaba. La profusión de las palabras, la soledad del lugar y el calor árido hizo que me aburriera de la situación. Me puse a observar las paredes, todas tenían algunos grafitis sin embargo un nombre extraño me llamó la atención: Konumi. Al volver a las palabras de mi compañero me di cuenta que seguía hablando sobre su triste situación. Entonces llame a konumi. Grité y nadie respondió. Él se detuvo y me auscultó: ¿Por qué siempre terminas diciendo huevadas?, me dijo. Nos reímos un rato. Al rato recordé que había una canción llamada así, la buscamos; resultó que sí existía una canción con un nombre parecido y quien la cantaba era Faraón Love Shady. Otra vez, él se detuvo mirándome entrecerrando los ojos; apuesto que algo va a suceder, no puedes con tu genio, ¿no? Me increpó con una sonrisa en sus labios.
De repente un sujeto se acercó a nosotros. Se hacía llamar “Piripa”, saludó extendiéndonos el puño. Preguntó por algo de hierba; él le mostró su pipa y dijo que ya no tenía; Piripa lamentó su mala suerte, nos deseó un buen momento y se fue a un lado. Al rato se acercó otro muchacho, su nombre era Ernesto o al menos así lo llamaré. Se sentó a nuestro costado y comenzó a hablarnos como si lo conociéramos, creí que nos querían robar, pero Emanuel siguió hablando alegremente y preguntaba por si aún teníamos grifa. Él le dio la pipa que tenía a la mano y Ernesto lo inspeccionó, llamó a Piripa y ambos empezaron a revisar sus bolsillos por un poco de hierba. Otro sujeto caminaba por la zona y ambos alzaron la mano para llamarlo; se dio la casualidad de que eran amigos; un señor mayor, curtido en la calle. Nos extendió el puño y le dejó a Ernesto un poco de hierba. En ese punto mi cuerpo quería apeligrarse, ponerse en guardia ante lo que podía suceder, aunque no había malicia en la actitud de Ernesto ni en la de Piripa, así que me dije que debía dejarlos ser.
Armaron la pipa y comenzaron a fumar. Piripa sacó un parlante y a los minutos comenzaron a rapear. Yo estaba en silencio mirando el buen momento que se había formado; Piripa hablaba rápido y modulaba su voz en ciertos momentos aumentando el tono; parecía indignado con todo lo que pasaba; Emanuel escuchaba y respondía con ciertas exclamaciones que reforzaban o concluían una idea de Piripa.
Comencé a tomar fotos; un perro también se sumó al círculo, Piripa lo cargo haciéndolo bailar en el aire diciendo que era suyo porque lo seguía a donde sea. Yo me había agotado de tanto ruido y solo quería hablar. Los demás también se sentaron, hicimos un círculo, con Lucas, el perro, al centro.
Nos preguntaron que hacíamos aquí, nunca nos habían visto antes. Él dijo que había terminado con alguien; yo que necesitaba salir de mi casa y pensaba viajar. Ernesto se quedó callado, mientras Piripa decía cosas que no recuerdo, hasta que dijo ¿ustedes conocen la historia Keith Sapsford? Lo miré curioso por lo que diría; sacó su celular y nos mostró una foto; en la foto se veía a un hombre cayendo en el cielo y encima de él, un avión comercial. Keith, un día decidió infiltrarse en un aeropuerto y viajar de polizón por el mundo. La foto que nos mostró era cuando Keith estaba cayendo al vacío después que el avión abriera las puertas del tren de aterrizaje. Él en medio de la oscuridad creía que su pasión por ver el mundo iba a ser saciada, pero al rato vio el vacío a sus pies. Ese fue su alba atroz, nos dijo.
Comencé a reír como loco, esa imagen absurda me lastimo mucho, pero a la vez me conmovió. Él dijo que todo este momento le recordaba a una película francesa; El odio. Al final, se acercó Mk un rapero que cantaba en los carros, nos hizo escuchar la canción que había compuesto. Comencé a observarlo porque tenía la pretensión de ser el centro de la atención cuando al mismo tiempo se quejaba de los que siempre quieren ser el centro de atención.
Ernesto se paró y dijo que ya se tenía que ir, parecía también que le desagradaba la presencia de MK. El grupo se dispersó sin dejar de intercambiar nuestros números. Por si algún día te falta yerba; dijo nuestro amigo Piripa. Aquel fue el primer y único día que lo vi. Con Ernesto es otra historia, desde ahí se volvió un amigo cercano.
Me sentía cansado y él se quedó callado durante un momento, nos miramos y comenzamos a reírnos. Debes dejar de hablar huevadas, dijo. La señorita Konumi no quiso dejarnos solos, le contesté. Aja, ¡vete a la mierda! Y nos dirigimos a mi casa; en el camino no pude con mi genio y otra vez grité: ¡Konumi! Él comenzó a ponerse en guardia ante lo que podría venir y comencé a correr para escapar de esa alba atroz.