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Rolando Rojas

Rolando Rojas

Rolando Rojas Rojas (Lima, 1972), Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Maestría en Historia y Diploma en Planificación y Gestión del Desarrollo Local en la UNMSM. Estudios de Literatura en la UNMSM. Investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos. Algunas de sus publicaciones han sido: “Los años de Velasco (1968-1975)”, “La revolución de los arrendires. Una historia personal de la reforma agraria”, “La república imaginada.

¿Qué fue lo que esperaba al ingresar a San Marcos? ¿Cuál era su expectativa antes de ser parte de esta casa de estudios o ya conocía la universidad?

No, no la conocía, pero mi papá había estudiado Derecho en San Marcos, aunque no terminó la carrera; pero, yo le tenía como un referente. También mi hermana mayor había estudiado en San Marcos; así que yo ya sabía más o menos a donde estaba ingresando. Y cuando ingresé, estaba dudando entre estudiar Historia o Literatura. Finalmente, estudié Historia y era más o menos lo que esperaba. Claro, uno siempre espera más, pero tuve que asumir lo que había, nada más.

Entonces yo que hacía un largo viaje desde Villa el Salvador a San Marcos, a veces decía: “Ay, ¿para qué he venido?”.

¿Estas expectativas se referían tanto al nivel educativo de los maestros, de los compañeros o de la infraestructura de San Marcos? ¿Cuál o qué fue aquello?

Había dos cosas principales que yo esperaba de la universidad. Uno, que los profesores hicieran una gran docencia. Yo vivía pensando, cuando ingresé, me imaginaba a Julio Contreras, a Pablo Massera; que eran mis referentes intelectuales, pero cuando uno llega a la universidad… Tuve algunos profesores como Manuel Burga, de quien aprendí mucho y también otros que no llenaban mis expectativas, la verdad. En segundo lugar, por la época en la que estudié. Yo soy amante de los libros y me esperaba una gran biblioteca en San Marcos, pero no fue así. Ustedes deben sentirse afortunados porque en mi época los trabajadores se robaban los libros y yo he comprado algún libro por ahí, por decir de ellos. Una vez compré un libro y entonces veo que lo habían pintado con Liquid Paper o con alguna cosa, lo miro a contraluz y era de la Biblioteca de Letras; dentro de la universidad era un desastre. Entonces, para mí, si no cubrieron mis expectativas,  tuve  que  hacerme de muchas fotocopias, de muchos libros personales. Y luego también sufrí una gran decepción con los profesores porque muchos de ellos, la mayoría, no llenaban mis expectativas. Entonces yo que hacía un largo viaje desde Villa el Salvador a San Marcos, a veces decía: “Ay, ¿para qué he venido?”.

Mencionó un poco sobre cómo era San Marcos en ese tiempo cuando usted ingresó. Podría darnos un poco más de detalles acerca de la coyuntura que vivía San Marcos y acerca de dónde usted vivía en ese tiempo.

Yo ingresé en el año 91, y al año siguiente, en el año 92 hubo el golpe de Estado de Fujimori y lo que ocurrió fue que la universidad empezó a cambiar radicalmente, porque todavía cuando entré esta universidad era un espacio de mucha acción política tanto legal como ilegal, tal como los grupos subversivo. Al año siguiente, lo que tenemos es una cosa totalmente distinta, porque lo que tenemos es un campamento del ejército de San Marcos en el comedor. Ahí se instala el campamento y empieza un control militarizado de la universidad. Y luego el año 95, pues ya intervenida porque se nombró una comisión organizadora y bueno, más o menos ese es el contexto que a mí me tocó vivir, un momento de crisis profunda de la universidad. No me voy a poner más triste, pero no fue agradable la represión cultural y política que vivimos en los 90 con una universidad intervenida. Tú ibas al baño y en la puerta había un soldado vigilando, bueno, más o menos así era el panorama.

Y él me respondió con cierta maldad y con cierto cinismo: “San Marcos no te va a formar. Fórmate, sólo”.

¿Y en ese contexto usted fue militante o participante de alguna de esas agrupaciones políticas?

O sea, como todo sanmarquino uno siempre es izquierdoso. Pero por ejemplo, en Villa el Salvador, donde yo vivía, sí, yo pertenecía a la Juventud de Izquierda Unida y participaba en un comité y en varias actividades políticas hasta que luego desapareció. Un día me quedé sin organización. En San Marcos no, porque como vivía muy lejos tenía que devolverme rápido. También porque trabajaba en Villa el Salvador, me limitaba un poco. A diferencia de otros compañeros, no tuve una participación política activa en San Marcos.

En cuanto a las expectativas que no se cumplieron con usted aún hay varias que siguen sin cumplirse en San Marcos. Aún hay mucha deficiencia en las bibliotecas, libros, algunos tan elementales, que no se pueden encontrar. Y no sé si habrá leído el boletín del Celit, que es del Centro de Estudiantes de Literatura, en donde ya van tres números y lo que más atacan en la crítica es a los maestros, que dicen no cumplen con sus expectativas; sin embargo, tampoco veo que los alumnos muestren alguna propuesta para cambiar este aspecto. Solo encuentro quejas, pero no propuestas. Y usted como maestro, como profesor. ¿Qué cambios cree que usted ha hecho para mejorar estas expectativas en los alumnos?

Yo cuando era estudiante, también era un quejoso. Tenía un amigo de papá, Roberto Arroyo, era de antropología. Y entonces, un día que no quería ir a la universidad, llego y el profesor faltaba. Yo viajaba dos horas, llegaba a la universidad y ahí le decía: “Roberto, estoy estudiando así la universidad. ¿Cómo? O sea ¿Cómo me va a formar como profesional?” Y él me respondió con cierta maldad y con cierto cinismo: “San Marcos no te va a formar. Fórmate, sólo”. Y entonces, en ese momento yo me molesté y “ta cagao”, dije. Entonces comprendí lo que me estaba diciendo en realidad, me estaba diciendo cuál era el camino que yo tenía que seguir, que me olvidara de la universidad, que no me esperanzara en la universidad. Claro, era duro en ese momento, entonces hice lo que correspondía porque tampoco me iba a quedar así. Y entonces comencé a agenciarme mis propios libros, iba a reuniones y ahí hice un poquito de vida académica, extra universitaria, porque iba a muchas conferencias de afuera o manipulaba grupos con algunas redes para poder obtener fotocopias de la universidad Católica. Y de hecho muchos tuvimos por ejemplo un carnet que creo que ya no otorga, pero había un carnet que te daba la Universidad Católica para que visitaras un día a la semana. Un día a la semana podías ir a leer a la biblioteca y fotocopiar por ahí. Yo, la verdad, tenía, tengo la impresión de que la universidad ha mejorado bastante. Por lo menos la Facultad de Ciencias Sociales ha estado mucho mejor que antes, me imagino. A pesar de todo, la universidad ha mejorado y hay que seguir empujando para que mejore. Y en estos momentos no te puedo decir exactamente “cómo”, esas cosas tienen que irse resolviendo y saliendo, pues tanto de la participación de los estudiantes como también del interés que tengan algunos sectores de profesores en modernizar y en profesionalizar la universidad, porque ahora tenemos más recursos que antes.

el profesor te decía: “Mira, si tú vas a escribir sobre Vargas Llosa, en la biblioteca ya hay mil libros de Vargas Llosa, búscate un autor intermedio”

Hay una gran brecha entre lo que lo que nosotros sabemos de San Marcos y lo que las personas externas saben de nuestra universidad, porque me ha ocurrido muchas veces que amigos de otras universidades piensan que San Marcos está lleno de intelectuales o es lo máximo en el ámbito académico. Se mitifica mucho San Marcos, como que lo engrandecen demasiado y no se llega a conocer cómo es verdaderamente la universidad y parte de esta entrevista también es dar a conocer cómo es realmente San Marcos. Queremos dar una visión realista a las personas de afuera y a los postulantes que no tengan tampoco tantas expectativas para sufrir tantas desesperanzas, porque acá vienen a formarse y también a formarse a sí mismos, a aprender por sí solos.

Las expectativas no hay que rebajarlas porque uno tiene que tener siempre expectativas altas. Por ejemplo, ¿cuál es la universidad más exitosa de América Latina? Es la UNAM. Y la UNAM es como San Marcos, pero cinco veces más grande con un gran detalle ya que la UNAM tiene un presupuesto público fabuloso. Eso mal que bien, te permite que la universidad tenga por ejemplo, fondos para investigación. Cada facultad tiene un instituto, o sea un instituto de investigación, por ejemplo, un instituto de investigación de literatura, el Instituto de Investigación de Lingüística. Esos institutos dentro de la facultad tienen fondos para contratar investigadores para hacer programas de investigación que incluyen estudiantes, es decir, se tiene la figura del profesor investigador y eso es otra cosa. Un profesor investigador que además de ejercer la docencia, se le financia, es un agente mucho más fortalecido y mucho más activo, tanto para la docencia como para el desarrollo académico de los alumnos y de la propia universidad. Sospecho que uno de los problemas fundamentales de San Marcos puede ser su presupuesto, si bien se puede decir que tenemos sueldos más o menos competitivos, se necesitan fondos para investigación, pero fondos de verdad. Es decir, que por ejemplo, financien equipos de investigación de profesores, con externos y estudiantes. Y eso es lo que hasta donde yo conozco, eso es lo que ha potenciado mucho a la UNAM. Esto no quería decir que se acaban los problemas para no hacer una imagen idealista. Porque la UNAM es parecida a San Marcos, pero tiene sectores eficientes y sectores de investigación. Es decir, digamos que por ponerlo de una manera, tiene un 50% de docentes que no cubren expectativas, pero un 50% de docentes que sí, y ese 50% de docentes que sí cumplen las expectativa por las características que te señalo, sostienen la universidad de calidad. La UNAM es la universidad de mayor calidad en América Latina y una de las de mayor calidad en el mundo. Eso no significa, como te digo, que se van a acabar los problemas, pero probablemente en San Marcos, no sé, habría que investigar. No te puedo decir la cifra, pero digamos que no tenemos el 50%, tenemos 20% o 30%, no sé. Ustedes ya pueden averiguar o especular sobre eso. Pero necesitamos ampliar los sectores, primero convertir a los docentes en investigadores. Sé que hay fondos, pero son fondos muy pequeñitos y por lo general se necesitan equipos de investigación porque ahí ganan todos, gana el profesor, ganan los estudiantes, gana la universidad que promueve y que publica una serie de conocimientos que contribuyen a la sociedad, a la economía, la política y otras áreas.

Usted mencionó que fue estudiante de literatura como nosotros, pero a usted lo conocen mejor como historiador y por los libros que ha publicado. Quisiéramos saber cómo se dio ese cambio de carrera, porque entendemos que esa es una decisión que hay que considerarla. ¿Cómo la tomó usted?

Mis intereses eran Historia, Literatura y Filosofía; y cuando postulé no estaba muy seguro de cuál escoger. Finalmente me incliné más por la carrera de Historia ya que está más vinculada a la política que la carrera de Literatura. Pero luego me pasó lo que le estaba contando, que tuve una gran decepción de la universidad. Postulé de nuevo, esta vez a Literatura y estudié tres años la carrera, si bien aprendí mucho y creo que los profesores eran mejores en esa época me refiero, años 95, 98. Sin embargo, lo que no llenó mi expectativa fue la propia carrera, no tanto, los maestros. El sector de buenos maestros era más grande que en Historia, pero más bien dije no me quiero dedicar toda mi vida a estudiar a un autor. La mayoría se volvía especialistas en un autor y el profesor te decía: “Mira, si tú vas a escribir sobre Vargas Llosa, en la biblioteca ya hay mil libros de Vargas Llosa, búscate un autor intermedio”, entonces peor nos la complicaba porque decía: “ni siquiera lo intenten”. Y de hecho algunos de mis compañeros se dedicaron a estudiar, por ejemplo, que no está mal, pero se dedicaron a estudiar la literatura regional   porque    había   un    vacío. Bueno, pero yo no deseaba convertirme en un crítico literario, me interesaba en realidad la parte creativa. Y como saben ustedes, la parte creativa no se aprende ni se desarrolla en una facultad. Finalmente, regresé a acabar la carrera de Historia y dije: “no hay que voltear para atrás, sigue de frente”, como estos personajes que huían de Sodoma y Gomorra. No volteé para no convertirme en sal.

Para finalizar, quisiéramos saber un poco de cómo fue su labor cuando llegó la pandemia y cómo fueron los cambios drásticos.

Buena parte de mi carrera académica la he hecho en el Instituto de Estudios Peruanos como investigador. La docencia universitaria ha sido como tardía y un poco más bien una labor secundaria. Entonces, cuando me agarró la pandemia yo dictaba en la Maestría de Historia y dictaba en el pregrado Universidad Villarreal. Tuve que adaptarme a la nueva situación. Aprender a manejar estas cosas virtuales que ahora estamos usando. También uno tiene que preparar clases, siempre ilustrarse un poco para las sesiones y uno de los problemas que tuvimos todos los profesores y otros docentes, fue que no tuvimos acceso a las bibliotecas, a pesar de que uno se compra el libro, uno siempre tiene que estar actualizando sus referencias bibliográficas. El conocimiento cambia cada año y ahora peor. Como a todo el mundo, supongo, nos impactó el encierro, tener que comunicarnos por esta vía y ya no por la vía presencial, que tiene otro significado o nos genera otro tipo de relación. Pero bueno, nos adaptamos y ahora estamos en proceso de retorno a lo presencial. Pero, muchachos no pierdan la esperanzas, no se desanimen. Tómenlo como una prueba de vida, si aguantan San Marcos, si aguantan la universidad, ¡puta! Van a aguantar todo.

Plus

En mi época, sí era para llorar, para pegarse un tiro. En Sociales, por ejemplo, era un desgobierno. Tú querías mear en mi facultad y tenías que ir a Economía a Derecho porque te cerraban el baño. El poder del vigilante era increíble porque simplemente controlaba tu fisiología.

Y eso continuaba hasta el 2017, la pandemia hizo que ahora todos los baños estén abiertos, que haya jabón, que haya hasta papel higiénico, cosa que no había en la Facultad de Letras.

Yo tenía la impresión que la universidad había mejorado bastante.

Hasta cierto punto. Ahora hasta alcohol te dan en la facultad. Increíble.

Pero yo lo digo porque tenía la impresión que desde el 2000 había mejorado bastante la universidad.

Aún queda un pabellón todavía que no han arreglado hasta ahora. Desde que ingresé (2017) está en construcción.

Bueno, entonces les voy a decir como Roberto Arroyo: “Fórmense solo, muchachos”. Ya no se hagan problema.

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